lunes, 27 de septiembre de 2010

Reyes y vasallos

Todavía hay gente que se cree más de lo que en realidad es y que su trabajo le aporta una categoría (o un linaje) que a mí, sinceramente, me trae al pairo. Digo esto porque últimamente no sé que pasa que no hacen nada más que llegarme noticias sobre el abuso y exigencias de ciertas personas a otros mortales de su misma especie (aunque su nómina de uno duplique, o triplique, la del otro).
No es tiempo ya de Reyes y vasallos; eso se acabó hace muuuuuuuuuchos, muuuuuuuuuchos años, a pesar de que de vez en cuando, por culpa de unos pocos, parece que la Edad media está aquí mismo, en la esquina de tu acera, en cualquier semáforo o en el supermercado. Será que Los Pilares de la Tierra de Ken Follet han calado hondo y hay cierto personal con aires de grandeza que, en determinado momento, se lo cree(porque de no trabajar, pasa a hacerlo, y casi de inmediato se ve en un puesto que él sabe que no merece, porque no ha hecho méritos; lo sabe perfectamente, y cuando está a solas consigo mismo, su conciencia, o el subconsciente, o lo que sea, se lo recuerda, y eso aún lo cabrea todavía más, pero su ego y su orgullo enseguida le dicen: ¿y qué más te da? Cobras un pastón, camarada, pues ya está; y se vuelve a tranquilizar y a pensar que tiene cierto poder, un podercillo en ocasiones, y que es un rey, en su oficina, en su departamento o en su trabajo, y hay que ejercer como tal, y el que no lo tiene esa posibilidad, caso por ejemplo de un mensajero, de un reponedor en gran superficie, de un simple aparcacoches, de un aprendiz de camarero... mil empleos más, es un sirviente, un peón, un vasallo; las piernas y las manos que hacen lo que su voz ordena).
Como decía, igonoro cual será la razón de esas actitudes (y más en tiempos de crisis donde el respeto debería de ser la nota predominante, creo yo), pero está claro que la gente se está convirtiendo (o se ha convertido ya) en islas de orggullo y prepotencia(o islotes) y que las relaciones que se dan sólo se producen para saber si yo tengo un coche mejor o peor que el del vecino, una casa más grande o más pequeña que mi primo; o para dejar patente que yo, en mi trabajo, bla,bla,blá, y ojito con quien bla,bla,blá, bla,bla,blá. Es una pena. Lo peor de que te desprecien y no te valoren el esfuerzo que haces no es que te lo hagan saber, no; lo peor es que provocan en ti una tristeza y un malestar que cuesta días sacárselo de encima. Te sientess como esos cormoranes llenos de chapapote... y eso acaba asfixiándote. Así que amigo, tranquilo: nunca llovió que no escampara. Paciencia, mounstro.

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