lunes, 15 de febrero de 2010

El sueño

Desde que publiqué En un lugar de Irlanda, hace ya un año y tres meses, he tenido una serie de sueños un tanto extraños; hay uno que se repite cada cierto tiempo. Ayer volví a verme inmerso en él; es muy curioso: estoy llamando a una puerta diminuta que, al golpearla, se abre muy despacio, y que una vez dentro se cierra de golpe. Una voz ronca me dice que tengo que caminar y paso por una especie de túnel donde hay focos a uno y otro lado iluminando una alfombra verde que me lleva a una gran sala. Lo primero que me llama la atención es una lámpara de araña colgando de un techo altísimo; bajo ella (y muy iluminada) hay una gran mesa redonda y a su alrededor reconozco a los grandes escritores (y escritoras) españoles (y españolas) del momento; los consagrados y por consagrar, los superventas, y los no superventas. Todos están allí muy elegantes y muy repeinados. Cuando yo entro en la estancia se produce un silencio impresionante y me observan sorprendidos; es obvio que no contaban conmigo. Alguno (y alguna) pone mala cara, frunce el ceño y su boca parpadea unos segundos. No entiendo muy bien lo que ocurre hasta que doy cuatro o cinco pasos y veo una tarta; es una tarta de nata; a medida que avanzo su tamaño disminuye, por lo que ya hay algún escritor (y escritora) que se levantan con la intención de que detenga mis pasos. Es entonces cuando puedo ver perfectamente la tarta en cuestión; resulta que está dividida en pedazos; cada uno de ellos contiene un nombre de un premio literario y otro nombre justo debajo(de escritor o de escritora) y una fecha realizada con números de chocolate. Los trozos están perfectamente repartidos, diría que milimétricamente repartidos.
-No puedes sentarte a esta mesa -me dice un escritor recién galardonado mientras su mano toca mi pecho impidiéndome el paso-; aquí no hay sitio para nadie más, mensajero.
-Tienes que irte, Juan -comenta una escritora de renombre-; este no es un lugar para ti.
Yo miro sus caras; y sus caras esconden miedos e inseguridades; son caras que no son sus verdaderas caras, ni sus verdaderos ojos, ni sus voces. Yo sé que son buenas personas; lo sé porque me lo han demostrado en otros sueños; pero en esa sala, con aquella tarta, no son capaces de quitarse la máscara... de literato (o literata).
-tienes que irte -insisten.
-No pasa nada; no pasa nada -les digo-; tranquilos, ya me voy: soy alérgico a la lactosa.
Y al alejarme, la tarta, y con ella los trozos divididos, comienza a medrar de nuevo.

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