martes, 9 de febrero de 2010

Que Dios me perdone

Cuando meses atrás explicaba la idea de este blog a alguien, había un momento en el que la cara de la persona que me escuchaba... cambiaba, o se transformaba; ocurría cada vez que mencionaba este apartado. Yo veía ( y veo) este Que Dios me perdone como una ventana, como un lugar donde reflejar la sociedad que me ha tocado (que nos ha tocado) vivir (o padecer); simplemente. Hablar desde la libertad y la franqueza sobre la realidad que nos rodea y nos asfixia; y también, por supuesto, de las pequeñas (convertidas en grandes) alegrías de nuestra existencia; porque, querámoslo o no, todos vamos a morirnos un día; es así: es algo irremediable y comprobado; y todos tenemos nuestros demonios, o yo al menos así lo reconozco. Estoy preparado para esa lucha, quiero irme de aquí lo más limpio posible, y lo más tarde posible (eso que también quede claro); quiero ser la mejor persona posible dentro de los defectos con los que todos nacemos; y para ser mejor persona de lo que soy (o para intentarlo), para eso, NECESITO DECIR LO QUE PIENSO. A veces estaré equivocado, otras no. A lo largo de estos años me he tropezado con gente que siempre se cree en poder de la verdad. Todo lo que dice está bien y la razón le acompaña día y noche, un día tras otro; y no es así; es más lo saben y lo ocultan, lo que demuestra que van perdiendo su batalla... es posible que yo lo ignore; pero ellos, en su soledad, o en el momento más inoportuno o inesperado, se den cuenta de ello. Yo suelo pedir perdón cuando me equivoco, es bueno hacerlo; es bueno reconocer que uno tiene limitaciones. La humildad es algo grandioso y único... pero en este apartado que hoy describo las disculpas... sólo se las debo a Dios( a mi Dios), a nadie más, de ahí el título.
Dicho esto quiero comentar algo que pensé que, siendo un tipo normal como soy, con un blog tan sencillo como el que he puesto en marcha, no ocurriría; que haya recibido "varios avisos" o recomendaciones sobre lo que sí y sobre lo que no puedo escribir, me parece realmente penoso, y decepcionante, triste, pero que deja muy claro en que mundo vivimos. No me importa lo que digan, y no me importan lo que hagan. Voy a escribir lo que quiero escribir, sin más, desde el corazón y con respeto... a quien se lo merezca. Lo que no haré será difamar ni delinquir literariamente (si es que se puede decir así); eso no. daré mio opinión, ofreceré mi punto de vista. Cada martes me sentaré frente al ordenador y teclearé lo que haya escrito cualquier día, en cualquier sitio, durante esa semana. Esa será mi opinión sobre la cuestión de la que trate; humilde y sinceramente e intentando dominar ese genio cabrón que a veces me doblega y me enfurece. No es bueno escribir desde la rabia que produce la indignación ni desde la ira que arrastra la injusticia social... ¿o sí? Ya se verá.

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