lunes, 22 de marzo de 2010

Ángeles

-Estáis aquí porque sois ángeles -dijo-; pero no olvidéis que sois ángeles en cuerpos de hombres y cada hombre guarda un demonio en su interior. Prepararos pues para la lucha: será larga y, a veces, penosa. Sólo tendréis la palabra y vuestros actos. Estáis aquí porque sois ángeles -recordó fijando su vista en mí-, pero a la hora de regresar de nuevo a este lugar sólo uno de vosotros lo hará como tal. El resto serán demonios y formaran parte del ejército del Mal.
Cuando acabó de pronunciar la última palabra giré la cabeza y vi a mi contrincante subido a la espalda de un joven. Aferrado a él, me saludó con la mirada turbia y la cara torcida. Desapareció tan pronto mis ojos lo escudriñaron.
-Muchos perderéis cien batallas y sucumbiréis aún en las que teníais ganadas; otros se dejarán embaucar por los encantos del Mal Poder -prosiguió el Maestro son voz pausada-; los habrá que se entregarán antes de comenzar a luchar... no será fácil. Nada es fácil allí en la Tierra. Sin embargo, uno -insistió sin alzar aquella voz-, sólo uno, perderá más de mil batallas y regresará tn humilde como se fue. Os hablo del Buen Ángel,del que se perdió hace siglos. Es hora de recuperarlo. Está aquí y todavía no lo sabe. Si queréis salvar al Mundo tendréis que demostrarlo. Buscad en vosotros mismos y hallaréis la luz que os guíe... porque el Mal crea laberintos donde hay simples caminos -dijo, recogió una pequeña libreta de la mesa, dejó la silla como la había encontrado al entrar y permaneció de pie y en silencio unos segundos... hasta que los murmullos cesaron por completo.Entonces echó a andar y desapareció. Fue la última lección:la espera siempre da frutos.
Al día siguiente me levanté temprano para ir a trabajar y entendí el sueño: ya no paso semáforos en rojo, ya no me excedo con el tema de la velocidad, no bebo, no fumo, no insulto a nadie en medio de un atasco, no envidio a nadie ni nada... sólo camino en busca del Bien alejándome lo más posible del Mal. A veces me tienta, porque sabe mi debilidad... y me acuerdo del sueño... y sé que el Buen Ángel está ahí, cerca, rezando para que camine recto, para que no tropiece, para que, si caigo, me vuelva a levantar.

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