martes, 24 de agosto de 2010

A Nuria Efe: Premios literarios: ponme uno para dentro de cinco años, agente (a) literario (a).

Estábamos sentados, frente a frente, la mesa de mármol en medio, y va tu amiga y me dice:
-Yo te puedo asegurar que, si soy tu agente literario, en cinco años has ganado un premio nacional de novela.
-¿No me digas?
-Sí te digo, Juan Mariñas -afirmó sonriendo y mirando por la ventana de la cafetería-. Ahora tu verás lo que prefieres: mendigar tus novelas por las editoriales (que ya te digo yo que como no conozcas a nadie ni siquiera leerán una página) o dejar que sea yo quien lo haga -hizo una pausa, dio un sorbo a su cafe descafeinado y habló de nuevo-; a mí me respetan, saben quien soy y la manera que tengo de trabajar... y a ti...
-¿A mí... qué?
-Pues no eres nadie... y perdona que te lo diga así... en el mundo literario "no constas" -lo dijo haciendo una comillas con sus dedos por encima de su cabeza.
-No consto... tiene guasa el asunto.
-Esto funciona así; con una novela publicada ni te miran a la cara... con dos, como mucho,te mirarán de reojo... y con tres novelas publicadas es posible que empiecen en saludarte.
-¡¡Qué amables!!
-Este mundo de la escritura está lleno de egos y super-yos... eso ya deberías de saberlo -me observó en silencio, revolvió el final de su café con la cucharilla y reanudó el diálogo-; otra cosa: quiero que vayas pensando en dedicar unas ocho horitas al día en escribir.
-¡¡Estás de broma!!
-No, para nada.
-¿Y quién me va a pagar?
-De momento nadie.
-¿Y mi trabajo? Yo quiero seguir trabajando.
-¡¿Y cómo quieres ganarte la vida con la escritura?
-Perdona, pero aquí hay un malentenido... y gordo.
-¿Cuál?
-Yo nunca...
-¿No le comentaste tú a Nuria que si pudieras ecribirías todo el día?
-Sí, claro que se lo dije, pero...
-Pero nada, Juan... si tú no creess en ti... pues nada... creo que tienes razón... a habido un mmalentendio y bastante gordo, sí.
-Pues sí, la verdad. Porque yo quiero seguir trabajando de mensajero, aunque bueno... si tú me pagas mil euros al mes, más dos extras al año, y siempre y cuando pueda escribir lo que yo quiera... yo así sí que te puedo dar una novela cada dos años,eso seguro, pero de la otra manera... trabajando como trabajo... no sería honesto conmigo mismo.
-Te podría yo hablar mucho sobre la honestidad.
-No lo dudo, no lo dudo.
-Te equivocas de pe a pa, Juan, créeme. Con ese planteamiento que tienes...este mundo no funciona así.
-Yo creo que quien se equivoca eres tú. Mi mundo sí funciona así.
-Ya. ¿Y cuántas personas viven en ese mundo tuyo?
-Pocas, ¿y qué?
-Nada. Allá tú. El tren sólo pasa una vez por delante de uno... una vez en la vida.
-¿Y?
-Te estoy invitando a que te subas. Me gustó Piel de Salitre; es mejorable: un poco de tijera en algunas frases y un poco de poda con la adjetivación... es una novela bastante aceptable. Es mejor que la otra, la de Nunca te enamores en verano... en esta se nota que... no sé, esa más ingenua. Sin embargo, lo que leí de Migas de pan... esta sí es tu novela, es la gran novela.
-Pues a mí me parece que son dos novelas escritas con estados de ánimo totalmente opuestos y ya está, sin más, son historias; a mí me gusta tanto una como la otra.
-Entonces: ¿qué?
-¿Qué, de qué?
-¿Quieres que te represente o no?
Me quedé mirando a la gente que caminaba por la acera. Estábamos en Santiago de Compostela, yo había salido a las seis en punto del trabajo, había hecho sesenta kilómetros, había pensado en cómo sería aquella chica, cómo sería su voz, su mirada, si me daría buenas sensaciones, si me sentiría a gusto contándole toda mi batalla de la publicación de mis primeros relatos, del relato ¿En qué piensas?, de Inéditor, de En un lugar de Irlanda... y ahora estaba allí, delante de un agente literario, de aquella chica, treinta y tres años, morena, delgada, ojos rasgados, uñas largas, y pintadas... me acordé de Gonzalo y lo de las distancias cortas (tú te manejas bien en la corta distancia, Juan, consigue una cita con un agente literario... son casi todos mujeres... yo de ti no me lo pensaba más).
-¿Un premio literario dentro de cinco años? -le pregunté.
-Sí, eso dije.
-¿Un premio merecido o manipulado? ¿Un premio literario justo y unánime o amañado y cargado de favores?
-Un premio es un premio, y punto, Juan, no vengas ahora en plan Robin Hood.
Me fijé en sus piernas, ya lo había hecho al principio, nada más llegar, y me habían parecido bonitas, y largas, morenas por el sol y el agua salada. Eso había sido al principio. Después de oír lo de "un premio es un premio, y punto" no las veía igual, es más, por un instante creí ver las patas de una cabra, de una macho cabrío, con las pezuñas negras y gastadas, miles de años caminando en busca de almas con debilidades. Aquella mujer era una prueba, una tentación; ¿quiero escribir lo que me apetezca, me lo publiquen o no, o quiero ganar un premio y formar parte de ese gran circo del paripé? ¿Quiero discreción, humildad, trabajo, o quiero figurar, presumir y crear mi propio personaje, como han hecho, hacen y harán, otros escritores? ¿Qué es lo que quiero realmente?
-Creo que yo no soy lo que tú estás buscando -le dije en un tono lo más neutro posible, sin ánimo de ofenderla ni de causarle la sensación de que había perdido el tiempo conmigo.
-Yo creo que para la edad que tienes, Juan, sinceramente, deberías de tener las cosas un poquito más claras -dijo levantándose y encaminánmdose hacia la barra.
-Nunca tuve las cosas tan claras como ahora... en serio -dije, hablando solo; se había ido.
Ni siquiera se despidió.

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