lunes, 5 de abril de 2010
Mi amiga lesbiana
Mi amiga Livia tiene treinta y siete años y es lesbiana; también tiene un chalet a las afueras de Coruña, dos hijos como dos demonios y un marido putero (y comercial; o al revés). Resulta que ahora, después de compartir con ese hombre casi toda una vida (se casó a los veintiuno, embarazada)se quiere separar, primero, y divorciar, después. Y él (al que conozco de tres bodas, dos bautizos y un funeral) está que trina (por no decir que truena). No lo entiende. No entiende cómo ella ha podido engañarlo de esa manera (porque está claro que él no la engañó en ningún momento, alega en su defensa, como si ella no supiese sus excesos,que los sabía, coca incluída, vamos a dejarlo todo bien claro, compañero, desde el primer día que lo conoció, pero no porque él se los hubiese confesado, precisamente). Yo le dije a Livia desde el principio que aquel tipo no le convenía, ni ese ni nionguno, por mucho que ella quisiera experimentar a ver si era cuestión de no haber probado lo suficiente con eel sexo opuesto (y, en ocasiones, apuesto, como repetía de vez en cuando). En realidad (y también se lo dije, "acuérdate, Li") se autoengañaba o no quería desengañarse. Es lo malo de ser una niña mona, tener un padre autoritario y banquero (o al revés), una madre tan buena como sumisa, ir a un colegio de pago, y vivir muy cerca del kilómetro cero de esta ciudad (lo que acarrea en esta city llamada La Coruña (A). Se lo dije tantas veces ("tantas, Li")... pero bueno, ahora ya está, lo vas a hacer (espero que tu marido-sabueso-celoso pase por el aro); yo creo que, además, lo haces por una causa justa, por la mejor de las causas: estás, se te nota, se te ve, enamorada; muy, muy; como nunca, diría yo... y me alegro ("me alegro tanto, Li"); y no es tarde para eso (¡cuántas veces lo hablamos, Li!) nunca-jamás es tarde (ni aunque tuvieses ochenta años saldría de mi boca que es tarde; nunca). Verte así es un placer. Y verla a ella, a la que conocí hace dos días, tampoco, claro; me parece un ángel, me parece buena, ("me parece que eres tú, Li, con diez años menos"). Hacéis un pareja estupenda y me gusta cuando te acaricia la mano, te mira y sonríes mirándome. Ojalá que todo salga bien, de verdad. Ojalá tu madre entienda ahora lo que le contaste hace mucho mucho tiempo ("a mí me gusta las chicas, mamá") y ojalá comprenda que esa bofetada que te dio ese día no te la daba a ti, sino a ella misma, a su Destino, por no saber decirle a tu padre lo que tú pensabas sobre tantas cosas; lo que ella pensaba sobre tantas, tantísimas cosas... y se callaba, se calló siempre, incluso ahora, observando coches, casas y personas que tenían vida propia, que luchaban por un futuro, una idea, una ilusión. Ojalá todo salga bien y tus hijos no padezcan las consecuencias de una decisión equivocada. Pienso mucho en ellos ("sé que tú también, Li; lo sé"). A ver qué dice el juez o la jueza... a ver. Si te vieran como yo te vi, si vieran a esa chica estar tan cerca de ti... Yo me alegro (y me repito, "ya lo sabes, Li; que me repito"). Me alegro tanto que a veces creo que todo fue gracias a mí; gracias a que te dije cambia de trabajo, viaja, "no te escondas, Li". Y al final, ya sabes(lo sabes mejor que yo): Madrid, reunión de empresa, la jefa de una jefa que no puede ir, esta chica que aparece, una cena, un paseo, y un no esperar más hasta volver a veros... y así hasta aquí; "así hasta aquí, Li". ¡Cómo me alegro, fenómena!
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