Este sábado estuve tomando algo con mi gran amigo Arturo y, tal y como esperaba, me deleitó con una de sus charlas-mitin. Esta vez su discurso versó sobre mi imagen y las ventas de mi novela; es un fenómeno, este Arturo. Es una pena que no lo haya grabado porque ninguna de sus palabras tenía desperdicio. Voy a reproducir (o lo intentaré, al mennos)lo que, durante aproximadamente veinte minutos, me dijo (erre que erre, tratandome de convencer de que yo debería obrar como él me asegura, y recomienda, cada vez que nos vemos, desde que se publicó En un lugar de Irlanda. Pongámonos en situación:un bar irlandés, cerveza negra para él, sin alcohol para mí. blablablá, blablablá. Otras dos cervezas. blablablá, blablablá. Otra ronda de lo mismo, guapa (Arturo dixit). Bla-bla-blá, bla-bla-blá. Tomamos la penúltima? Venga, va. Bla,bla,blá; bla,bla,blá. ¿Qué, escritor, lo de la novela cómo va? ¿Vendes o no vendes? Porque tú no serás de esos que quieren ser escritores selectos, de culto, o malditos, o como se diga ¿no? que yo leo poco, pero escucho mucho la radio, Flanagan. (Mi amigo Arturo cuando lleva más de tres pintas me suelen llamar "Flanagan", "escritor", o "calamar", con mucho cariño).
-Entonces, qué: vendes o no? -pregunta de nuevo con sus dos ojos aterrizando en el escote de una de las camareras.
-No me quejo, Arturo, no me quejo.
-¿No te quejas?
-No.
-¿Y qué te dicen en la editorial? Porque digo yo que algo te dirán?
-Sí, sí, están contentos... para ser primera novela, escritor desconocido...
-Primera novela, escritor desconocido -repite levantando la mano y pidiendo otras dos cervezas más-; déjate de rollos, Flanagan; déjete de rollos que te conozco.
-En serio, Arturo, están muy contentos.
-Ya, pero no te dijeron que se podían vender más ejemplares, escritor.
-Siempre se puede vender más... de todo. Pero ya te digo que están contentos.
-ya: primera novela, autor practicamente desconocido... ya me sé el cuento ese, Flanagan.
-Bueno, pues es lo que hay: yo estoy contento, la editorial también...
-Mira, calamar, te voy a dar un consejo; creo que ya te hablá de esto pero me da igual. Escucha, vale, y toma nota si quieres - echó otra mirada a la camrera de antes, y una nueva a una segunda camarera que no se había dejado ver, tomó su cerveza y le dio un trago-; ¿estás listo, Flanagan?
-Adelante. Tú dirás.
-Bien: lo primero que debes hacer es dejarte barba. Barba, perilla, bigote, algo. Algo que te dé un toque... de escritor, bohemio, me entiendes, ¿no?
-Más o menos.
-Te lo digo en serio -dice y vuelve a mirar a las camareras-; si tuvieras dejado bigote, o perilla, o esos pelos de cabra que se dejan crecer algunos en el mentón o debajo mismo de la boca, esas dos camareras que no nos han hecho puto caso desde que entramos aquí, estarían pensando quién es ese tío con esa pinta de intelectual, ¿lo pillas, calamar?
-Sí, más o menos.
-Más o menos, no, tío. O lo pillas o no lo pillas.
-Lo pillo.
-Bien -trago a la cerveza y continúa-. En el caso de que no te quieras dejar barba, perilla o bigote, te queda la opción de pelo largo, recogido en coleta, y un fular o bufanda al cuello. Yoo te recomiendo bufanda, y te recomiendo bufanda negra.
-¿Negra? Joder, Arturo se te va la chaveta. ¿Quién cojones se pone una bufanda negra?
-Pues por eso mismo, escritor. Ahí está, ves. Las tías dirían: qué personalidad; una bufanda negra; y mirarían para el pelo (más que para tu cara, incluso) y dirían: qué morbo, quitarle la coleta (o la goma... del pelo). ¿Qué? ¿Captas la idea?
-Sí. Perdona. ¿Pedimos otras cervezas?
-Sí, sí; lo que tú digas. Sigo:
-Te escucho, te escucho -miro a la camrera más rubia de las dos y le pido las cervezas; sonríe, asiente y va tras la barra.
-Pues lo siguiente que yo haría si fuera tú, y deberías hacerme caso, es cambiar un poco esa forma de vestir; antes de nada irte al Corte Inglés o a Zara o donde te dé la gana, y comprarte un abrigo para el invierno y otro de entretiempo´; un abrigo de esos largos, de escritor, con cuellos que se puedan subir y te lleguen a las mejillas y tal.
-Ya.
-Y otra cosa que haría sería comprar el periódico El País y llevarlo conmigo debajo del brazo a todas partes... y coger La Voz de Galicia todos los días y ver los actos que hay programados para esa tarde... todas las tardes... de todas las semanas del año, de lunes a viernes... y ya ibas a ver tú la estupenda marcha que tomaría tu novela... porque en esta ciudad el compadreo vende, eso lo sabes, ¿no? el compadreo y el cotilleo vende, querido Flanagan, aquí y en cualquier lugar, pero en esta coruña nuestra... un poquito más. Así que ya sabes, ah, por cierto, lo de las patillas esas que tienes o te las dejas crecer hast ala comisura de los labios o te las cortas por encima de la oreja, así no llamas la atención ni de coña, colega.
-Ya, ¿algo más?
-Hombre, ya puestos, un poquito de natación o unas pesillas en un gimnasio martes y jueves no te vendría mal. Eso y unas gafas modernas: Premio Planeta de aquí a diez años vista, que te lo digo yo, fijo, pero tú como vas a tu bola... así te va. A ver:¿dónde están las cervezas que pediste hace cinco minutos?
-Vienen ahí, mira.
-Bueno, bueno, lo que me faltaba.
Entonces la chica dejó primero la cerveza de Arturo (que le guiñó un ojo) y luego la mía. Sobre la bandeja donde traía las bebidas estaba un ejemplar de En un lugar de Irlanda:
-Tú eres Juan Mariñas, ¿verdad?
-Sí, yo soy.
-¿Me la puedes dedicar y firmar?
-Por supuesto.
-¿Cómo te llamas?
-Beatrice.
-¿Beatrice?
-Sí.
-Soy italiana.
-Muy bien. Trae que te la firmo.
-Hay que joderse -oí la voz de Arturo-; hay que joderse con este calamar.
-Muchas gracias -dijo la chica y leyó la dedicatoria-; es muy bonita.
-Gracias.
-Y la novela me gustó mucho.
-No, si al final la vamos a liar, verás -dijo Arturo levantándose-; yo voy a echar un pis.
-Gracias -le dije a la camarera sin perder de vista a Arturo-. Me alegro, de verdad. Me cobras: habrá que irse.
-Qué pena.
-Ya. Tengo una hija a la que mimar y una mujer a la que adorar. En otra vida será.
-Ojalá.
Arturo llegó del baño con cara de haber viajado durante años.
-¿Qué, Flanagan? ¿Otra rondita?
-Hay que irse Arturo. Esto está pagado.
-Pero hombre, si...
-La novela da para estas cervezas, tú tranquilo.
-Bueno, algo es algo... de todas maneras, creo que deberías de hacerme caso:no pareces un escritor.
-A lo mejor en los próximos carnavales me compro una careta.
-No me jodas, no me jodas, calamar, que estoy en serio, tío.
lunes, 26 de abril de 2010
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