lunes, 31 de mayo de 2010

Admiración

Tengo que contarlo. Tengo que contarlo porque es un ejemplo de Amor incondicional. Pasó ya hace muchos años, pero este fin de semana pasado, volví a coincidir con ellos y con sus dos hijos, en casa de un amigo común. y me alegró mucho verlos; y verlos así de bien. Comienzo:
Resulta que María y Emilio se conocieron en la universiadad; y, cuando ella, un año mayor que él, se fue de viaje de fin de carrera, eran novios, con sus más y sus menos, pero novios al fin y al cabo; el viaje constaba de diez días en Santo domingo, capital de la República Dominicana, y un "todo incluido" que a mi amigo le dejó babeando. María se fue, incluso mandó una postal, que llegó después de que ella ya estuviese de vuelta, y pasóo allí con sus amigas diez "maravillosos e inolvidables días". Hasta aquí todo bien. Lo que ocurre es que dos meses más tarde Emilio me llama, quedamos para vernos y hablamos. Comenta, agobiado, que hace tres fines de semana, eyaculó antes de tiempo, "iba un poco perjudicado: me había pimplado no sé cuantas cervezas y un par de copas... y se fue, colega". Vale. ¿Y? Pues que "estoy acojonado". Y por la cara que tenía entonces no es que estuviera acojonado, estaba impresionado por lo que se le podía venir encima. Hubo algo que me llamó la atención, y fue cuando me dijo que María siempre había tomado la píldora y aquel año la había dejado pues había oído que, a largo plazo, tenía efectos secundarios. A mí me chocó un poco. Tampoco se explicar la razón, pero me extrañó; porque se lo dijo después del viaje; justo después del viaje. Bueno, pues a Emilio no le pareció raro, y si a él, que más o menos, convivía con ella, no le sonó extrañó, pues ya está. Juanocho, no seas malpensaso. Y punto.
Dos meses más tarde me llamó. y me confirmó que, efectivamente, María estaba embarazada. Me confesó que no sabía si hundirse o alegrarse. Alégrate, pensé, porque para agobiarte ya tendrás tiempo. Le dije que bueno, que eran cosas que pasaban y que una vida nueva siempre tenía que ser bienvenida. "porque tu no eres el padre, cabrón; que si no...". Fue lo que dijo, antes de "en fin, es lo que hay: quiero a María y a esa criatura". ¿Qué pasó? Llegada la hora del parto, nació el niño. -¡Joder, Juan, no te lo vas a creer! ¡El niño es negro! Y no me lo creía, claro que no.
-¡El niño es más mulato que Kunta Kinte!
-¿No me jodas? EStás de coña.
-Te juro que no, coelga. Ojalá estuviera. Me cago en la puta. ¿Y ahora qué cojones hago? mis padres vienen para aquí, mi hermana viene para aquí, mis tíos. ¿Qué? ¡¡Dime algo ostias!!
-Pues... joder, Emilio... ¡¿qué quieres que te diga?! Piensa en María, piensa que para ella...
-Como piense en María... me cago en...
-Tranquilo, Emilio, tranquilo. Voy para ahí.
La conversación que tuvimos fue esa... más o menos. Me fui al hospital y lo encontré hundido, hundido y desesperado, y solo, muy solo. Sus padres estaban en la cafetería, su hermana ni siquiera había subido a verlo tras comentarle lo sucedido, sus tíos igual... un desastre. Nos fuimos a la cervecería Estrella Galicia... y la cerramos, fuimos los últimos en salir. Luego continuamos dando tumbos por bares, pubs y un lugar donde las mujeres, si pagas, son de uno. Emilio dejó a María. Habló con ella y se lo dijo. Eso fue un lunes, de resaca y hecho polvo. El viernes volvió a llamarla. Le dijo que la quería. Que la quería a pesar de lo sucedido. Y que bueno, que no pensaba dejarla sola con el niño.
Han pasado dieciséis años. y ahí están. Ella, él, el niño y una niña, igualita, igualita, que su padre. Menos mal. y me alegro tanto.

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