-El problema no es que uno deje de querer a su mujer, Juanocho -me dijo mi amigo Jota Efe-; el problema es que uno comience a odiarla. Ese es el verdadero problema... y grave.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Joder, tengo que deletrearlo.
-No sé, tú dirás.
-Que me voy a separar. No aguanto a Eme.
-Pero si...
-Ya. Está embarazada de siete meses y tengo otro dos hijos, el chalet recién estrenado y el BMW X5 sin pagar; lo sé... pero no aguanto más... no la aguanto más.
-Reconoce que la situación ahora mismo no aconseja...
-Me la pela lo que aconseje la situación, amigo. Lo que me aconseja el corazón es que se lo diga de una vez, que se lo diga bien, de buenas maneras, sin perder la compostura y ya está.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Lo que quieras.
-¿Hay otra tía por el medio?
-¡¡Ni de coña!! No quiero saber de mujeres durante una buena temporada... hasta que me salgan callos en las manos de hacerme pajas no creo que me lo plantee. Estoy hasta aquí -y se tocó la frente-; hasta aquí, te lo juro. Son terribles. No hay ser humano que soporte más de diez años cuerdo a su lado; de verdad, estoy muy quemado, Juanocho; muy, muy quemado, tío.
-¿Para eso me llamaste?
-Sí y... no. Me explico. Por supuesto que quiero saber tu opinión, me interesa, claro que sí, pero hay algo más.
-¿Qué es?
-Toma -dijo, sacó dos sobres de su chaqueta y me los dio-. Lee lo que hay dentro de cada uno.
-¡No me jodas! -dije nada más acabar.
-Ya ves. Sí, soy estéril... y tengo dos hijos. Curioso, ¿no?
-Pues sí. Mucho. Joooooder. ¡Cómo está el patio!
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