lunes, 8 de noviembre de 2010

La Teoría de las Tres Fases

Un buen amigo mío vive inmerso en la Teoría de las Tres Fases. Últimamente, después de la cuarta cerveza, no hace otra cosa que profundizar en ella. Está convencido de que todos los hombres la vivimos de una u otra manera y que darle la espalda o negarla es tan contraproducente como antinatural; es, dice compungido, traicionarse a uno mismo. Yo creo que no es para tanto; es más, de momento mi estado (pareces anquilosado, machiño, comenta)en la segunda de esas fases, "todavía te impide que vislumbres la realidad que se presentará cualquier día de estos" (lo afirma seguro de sí mismo). Asiento, y, sin que él lo sepa rezo para que no ocurra, por supuesto.
Según él, todos los hombres, a lo largo de su existencia pasan por tres fases fundamentales y que marcan su transcurrir:
La primera se produce alededor de los catorce, quince, dieciséis años y finaliza cercanos ya los veinticinco, año arriba, año abajo. En esta primera fase los adolescentes e inmaduros varones se enamoran constantemente y a todas horas, de una o varias féminas, incluso en un mismo día... o durante una noche. El noventa por cien de las mujeres resultan altamente atractivas y deseables (a medida que la madrugada avanza el porcentaje rozará en ocasiones el cien por cien). Uno saca tiempo de debajo de las piedras, el físico resiste palizas de alcohol y otros excesos casi sin inmutarse y Dulcinea se presenta a cada vuelta de esquina. Son unos años de verdadera actividad tanto sexual (a solas o con la pareja en cuestión) como afectiva (o efectiva). Pasado un tiempo, a veces prudencial, a veces claramente insuficiente, se produce una (aparente) madurez, un atisbo de responsabilidad que sorpende al mismo individuo de manera que lo desorienta. Se hace preguntas de una carga filosófica preocupante y puede darse la ciscunstancia de que reniegue de todo lo que ha hecho o vivido hasta el momento(el tanto por ciento es bajo pero no insignificante).
Llegado a este punto se entra en la segunda fase, que incluye unos quince o veinticinco años, más o menos:
Ya no le gustan todas las mujeres y a todas horas. De repente se percata, entre asombrado y maravillado, que sólo hay una, y única (sólo existe una en la cantidad de millones de chicas y mujeres que pululan por el mundo) que realmente lo llena, y lo complementa; sólo quiere estar con ella. Quiere conocerla y dejar que ella lo conozca (primer error grave, según mi amigo; el día que una mujer te conozca de verdad empezará a buscarse a otro, dice, y se pide otra cerveza). El estado de ensimismamiento y enamoramiento es tal que la familia se preocupa (al principio) y se alegra (casi de inmediato). Lo imposible se ha vuelto probable. Se deja de salir como se hacía antes; se desconecta de los amigos (en casos puntuales sin dejar casi huella); y, lo que para mi amigo es el segundo gran fallo, se peecibe un cambio voluntario hacia una posición de ceguera crónica y "encoñomiento", que causa la repulsa (a veces llega a envidia)de algunas amistades, compañeros de trabajo o conocidos. En esta segunda fase, ya al final, el individuo se casa, se hipoteca y forma una fammilia. Y es aquí, justo aquí, cuando en un porcentaje próximo al cincuenta por cien se produce la gran crisis. se abren los ojos de nuevo y el encantamiento va sin peinar, viste pijama y calza zapatillas. Mi amigo dice que a mí no se ve, todavía, inmerso en ella, y se alegra, pero que conoce casos muy recientes de amigos comunes que la sufren. Si no se supera... llega es el divorcio o la separación... y la entrada en la Tercera Fase:
Aquí se aprecia tres grupos bien diferenciados:
Si estás casado: te gustan todas las mujeres menos la tuya.
Si estás separado: te gustan todas y, a veces (más de la que quisieras), también deseas a tu exmujer.
Y si estás soltero: te gustan todas las mujeres y a veces (muchas más de lo que quisieras) también te gustan las mujeres de tus amigos.

Eso dice mi amigo, que por cierto, pertenece a este último grupo. Lo afirma tan convencido que a punto estoy de créermelo; menos mal que después de tomar esas cervezas con él vuelvo a casa dando un paseo y todo es como debería de ser. Un par de horas más ecuchándolo y estaría convencido que lo mismo que les ocurre a los hombres también le ocurre a la mujer. Y resoplo, la verdad.

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