Hace un par de semanas fui a cenar a una casa llena de intelectuales. La vida tiene estas cosas; ya se sabe: no quieres caldo... pues toma dos tazas. El caso es que un buen amigo mío celebraba su cumpleaños y la verdad: siempre se agradece que se acuerden de uno;así que fui encantado. Hacía mucho tiempo que no lo veía o, mejor dicho, que no me paraba a hablar con él. Las prisas de mi trabajo, sus asuntos del juzgado y juicios e informes y un largo etcétera... y el no decidirse a llamar, tanto por mi parte como por la suya... hasta el día que celebraba su cuarenta y dos años. No estuvo mal. Tengo que reconocer que hubo dos momentos en los que estuve muy cerca de abrir la puerta e irme: el primero fue cuando, después de oír durante más de media hora cómo despotricaban contra Zapatero como el gran causante de todo este caos, lo hacían como si los bancos y algunos empresarios sin escrúpulos, no tuvieran nada que ver en el asunto, como si esta situación sólo se diese en España... y Europa disfrutase de una bonanza económica sin precedentes; el otro momento fue cuando una profesora de una universidad, muy guapa ella, muy elegante y muy inteligente, por supuesto, destripó mi novela con más saña que estilo, la verdad, con bastante más rencor que arte, no sé, si llevada por mi negativa de hace muchos, muchos años, a pasar la noche, y el día, con ella; que debió ser, por cierto la única vez en mi vida que me negué a semejante proposición realizada por una mujer. Porque reconozco, no soy un egocéntrico soberbio genial que se cree el ombligo del mundo como más de uno dice y repite por ahí, que En un lugar de Irlanda no es una obra maestra de la literatura contemporánea, ni es una novela excepcional, eso ya lo sé, es más, todos los que estábamos en el salón lo sabíamos, no hacía falta que una profesora de universidad nos lo recordara; pero hubo algo que no dijo y es que sí es una novela honesta y hecha desde el corazón, desde la ilusión por contar una historia y con la sana intención de homenajear a unos cuantos amigos irlandeses...
Yo me tuve que levantar de la mesa e ir hacia la cocina, de camino me encontré con el hijo de esa mujer. Tiene diciséis años y acaba de estar tres semanas en Dublín, aprendiendo, o aprehendiendo, como digo yo, inglés.
-No le hagas ni caso -me dijo-, lo que le pasa es que en la Universidad todo el mundo le pregunta por ti... como saben que te conoce... y está quemada.
-¿Tú crees?
-Sí; es más la novela le ha encantado... la devoró.
-¿No me digas?
-sí, y yo también... a mí me gustó, la leí en cinco días.
-Bueno, gracias, y me alegro de que te haya gustado.
-Es la primera novela que leo entera en toda mi vida.
-¿En serio?
-Sí, y mi madre lo sabe, claro.
-Ya, ya.
Y se fue a la terraza... con su novia... a ver las estrellas... supongo.
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